Los probióticos son bacterias buenas que ayudan a mantener el equilibrio de la flora intestinal. En los niños, esto es clave porque su sistema digestivo e inmunológico aún se están formando. Tener una microbiota sana no solo les ayuda a hacer mejor la digestión, sino que también fortalece sus defensas y reduce el riesgo de infecciones.
Según la Sociedad Europea de Hepatología y Nutrición Gastroenterológica Pediátrica (SEGHNP), los niños menores de tres años sufren entre 0,5 y 1,9 episodios de diarrea al año en Europa, siendo más común durante el curso escolar.
Esto ocurre porque la principal causa de las diarreas son las gastroenteritis víricas, unos virus que se transmiten muy fácilmente entre los niños a través de las manos y la boca. Por eso, cada vez se recomienda más el uso de probióticos para prevenir y tratar problemas digestivos.